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  Política  Milei libra en Buenos Aires la primera gran batalla electoral contra el kirchnerismo
Política

Milei libra en Buenos Aires la primera gran batalla electoral contra el kirchnerismo

6 de septiembre de 2025
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Javier Milei ha convertido una elección menor, la de legisladores y concejales locales, en una batalla a todo o nada contra el peronismo kirchnerista, plétora del mal en Argentina según su lectura de la política. La cita es este domingo en Buenos Aires, la provincia más grande y más poblada del país, y también el último refugio de los herederos de Juan Perón, encarnados en Axel Kicillof, el gobernador, y Cristina Kirchner, dos veces presidenta y ahora presa en su casa por corrupción. Los sondeos dan un empate técnico, como recuerda Milei, aunque en todas las proyecciones la diferencia mínima es a favor del peronismo.

“Si conseguimos muy buenos resultados en las elecciones de provincia de Buenos Aires, podríamos estar poniéndole el último clavo al cajón al kirchnerismo”, insistió una y otra vez Milei durante la campaña, la última esta misma semana, durante una entrevista con Louis Sarkozy, hijo del expresidente francés.

La apuesta por Buenos Aires es de altísimo riesgo para el libertario. Por tratarse de una elección local, el poder territorial de los intendentes de los 135 municipios provinciales pesa más que el arrastre que pueda tener una figura nacional. Casi siete de cada diez bonaerenses viven en localidades gobernadas por el peronismo.

Con todo, Milei y su partido, La Libertad Avanza (LLA), esperan celebrar el lunes. El resultado más previsible es que el peronismo gane en el total de votos —es favorito en la primera y la segunda sección, donde votan 10 millones de personas— pero La Libertad Avanza gane en entre cinco y seis de las ocho secciones electorales en que está dividida la provincia. De ser así, Milei podrá decir que el mapa de Buenos Aires es más violeta —el color de su partido— que azul, una foto que, espera, lo ayude a encarar con algo más de músculo la batalla de fondo: las elecciones para renovar diputados y senadores nacionales que se celebrarán en octubre.

Si no predomina el violeta, las consecuencias son aún imprevisibles, aunque siempre negativas. Y Milei tendrá mucho que ver con eso. En el cierre de campaña, el pasado jueves, el presidente advirtió que el kirchnerismo quiere hacer creer a los votantes “que en esta elección no se juega nada”. “Si no vas a votar, ellos ganan, porque por cada uno de nosotros que se queda en casa van cinco de ellos. Este domingo, andá y votá, andá y votá”, clamó elevando el tono sobre el escenario.

Para convencer a los indecisos, vaticinó todo tipo de catástrofes económicas y sociales en caso de una derrota, consecuencia de lo que llama “el riesgo kuka”, por el kirchnerismo. Condimentó el mapa de sus desvelos con presuntos planes peronistas de magnicidio y una “opereta” montada contra su hermana, envuelta desde hace dos semanas en un escándalo de corrupción en la compra de medicamentos para discapacitados.

Si este domingo finalmente gana el kirchnerismo, el Gobierno tendrá por delante el arduo trabajo de convencer a los inversores, cada vez menos entusiasmados con el plan económico de Milei, de que el desastre no será tal y que tiene todo bajo control.

El control es, justamente, lo que parece haber perdido el Gobierno durante los últimos días. El ataque contra Karina Milei, sostén político y, sobre todo, emocional del presidente, se originó dentro de la Casa Rosada en la voz grabada sin consentimiento de un alto funcionario quejoso de los negocios sucios en su cartera. Días después, ya era la voz de Karina Milei la que sonaba grabada en todos los canales de televisión. Aunque nada de lo que se le escuchó decir suponía un delito, el hecho de que la persona más importante del Gobierno había sido espiada en su propio despacho dejó al círculo del poder presidencial perplejo y sin respuesta.

La primera reacción no pareció la mejor: “El Jefe”, como llama el presidente a su hermana, consiguió que un juez de dudosa reputación prohibiese la difusión de nuevos audios, sin saber siquiera si estos existían. Aun a la defensiva, Milei debió resistir denuncias de censura previa y uso político de la justicia, dos de los males que prometió exterminar como parte de su guerra “contra la casta”.

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La economía, que en Argentina siempre va unida a la política, no ayudó demasiado a mejorar las expectativas electorales del Gobierno. El equipo económico hace lo imposible para contener una disparada del tipo de cambio que ponga en riesgo el mayor logro de Milei, el control de la inflación. El Banco Central ha debido ofrecer tasas de interés que casi triplican el IPC anual proyectado para convencer a los bancos de que no dolaricen sus tenencias en pesos. Cuando eso fue insuficiente, decidió intervenir con fondos del Tesoro en el mercado de cambios y puso fin, de facto, al sistema de flotación entre bandas que había prometido defender como parte de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

A las malas noticias económicas y las sospechas de corrupción, Milei debió sumar una revuelta opositora en el Congreso, que con votos incluso de partidos aliados aprobó leyes que el Gobierno consideró un atentado contra su política de superávit fiscal. Milei esperaba llegar en mejor forma a este domingo electoral, pero los vientos han cambiado para él. Cuánto impactará eso en las urnas está por verse.

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 Javier Milei ha convertido una elección menor, la de legisladores y concejales locales, en una batalla a todo o nada contra el peronismo kirchnerista, plétora del mal en Argentina según su lectura de la política. La cita es este domingo en Buenos Aires, la provincia más grande y más poblada del país, y también el último refugio de los herederos de Juan Perón, encarnados en Axel Kicillof, el gobernador, y Cristina Kirchner, dos veces presidenta y ahora presa en su casa por corrupción. Los sondeos dan un empate técnico, como recuerda Milei, aunque en todas las proyecciones la diferencia mínima es a favor del peronismo. “Si conseguimos muy buenos resultados en las elecciones de provincia de Buenos Aires, podríamos estar poniéndole el último clavo al cajón al kirchnerismo”, insistió una y otra vez Milei durante la campaña, la última esta misma semana, durante una entrevista con Louis Sarkozy, hijo del expresidente francés.La apuesta por Buenos Aires es de altísimo riesgo para el libertario. Por tratarse de una elección local, el poder territorial de los intendentes de los 135 municipios provinciales pesa más que el arrastre que pueda tener una figura nacional. Casi siete de cada diez bonaerenses viven en localidades gobernadas por el peronismo. Con todo, Milei y su partido, La Libertad Avanza (LLA), esperan celebrar el lunes. El resultado más previsible es que el peronismo gane en el total de votos —es favorito en la primera y la segunda sección, donde votan 10 millones de personas— pero La Libertad Avanza gane en entre cinco y seis de las ocho secciones electorales en que está dividida la provincia. De ser así, Milei podrá decir que el mapa de Buenos Aires es más violeta —el color de su partido— que azul, una foto que, espera, lo ayude a encarar con algo más de músculo la batalla de fondo: las elecciones para renovar diputados y senadores nacionales que se celebrarán en octubre.Si no predomina el violeta, las consecuencias son aún imprevisibles, aunque siempre negativas. Y Milei tendrá mucho que ver con eso. En el cierre de campaña, el pasado jueves, el presidente advirtió que el kirchnerismo quiere hacer creer a los votantes “que en esta elección no se juega nada”. “Si no vas a votar, ellos ganan, porque por cada uno de nosotros que se queda en casa van cinco de ellos. Este domingo, andá y votá, andá y votá”, clamó elevando el tono sobre el escenario. Para convencer a los indecisos, vaticinó todo tipo de catástrofes económicas y sociales en caso de una derrota, consecuencia de lo que llama “el riesgo kuka”, por el kirchnerismo. Condimentó el mapa de sus desvelos con presuntos planes peronistas de magnicidio y una “opereta” montada contra su hermana, envuelta desde hace dos semanas en un escándalo de corrupción en la compra de medicamentos para discapacitados.Si este domingo finalmente gana el kirchnerismo, el Gobierno tendrá por delante el arduo trabajo de convencer a los inversores, cada vez menos entusiasmados con el plan económico de Milei, de que el desastre no será tal y que tiene todo bajo control.El control es, justamente, lo que parece haber perdido el Gobierno durante los últimos días. El ataque contra Karina Milei, sostén político y, sobre todo, emocional del presidente, se originó dentro de la Casa Rosada en la voz grabada sin consentimiento de un alto funcionario quejoso de los negocios sucios en su cartera. Días después, ya era la voz de Karina Milei la que sonaba grabada en todos los canales de televisión. Aunque nada de lo que se le escuchó decir suponía un delito, el hecho de que la persona más importante del Gobierno había sido espiada en su propio despacho dejó al círculo del poder presidencial perplejo y sin respuesta. La primera reacción no pareció la mejor: “El Jefe”, como llama el presidente a su hermana, consiguió que un juez de dudosa reputación prohibiese la difusión de nuevos audios, sin saber siquiera si estos existían. Aun a la defensiva, Milei debió resistir denuncias de censura previa y uso político de la justicia, dos de los males que prometió exterminar como parte de su guerra “contra la casta”.La economía, que en Argentina siempre va unida a la política, no ayudó demasiado a mejorar las expectativas electorales del Gobierno. El equipo económico hace lo imposible para contener una disparada del tipo de cambio que ponga en riesgo el mayor logro de Milei, el control de la inflación. El Banco Central ha debido ofrecer tasas de interés que casi triplican el IPC anual proyectado para convencer a los bancos de que no dolaricen sus tenencias en pesos. Cuando eso fue insuficiente, decidió intervenir con fondos del Tesoro en el mercado de cambios y puso fin, de facto, al sistema de flotación entre bandas que había prometido defender como parte de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).A las malas noticias económicas y las sospechas de corrupción, Milei debió sumar una revuelta opositora en el Congreso, que con votos incluso de partidos aliados aprobó leyes que el Gobierno consideró un atentado contra su política de superávit fiscal. Milei esperaba llegar en mejor forma a este domingo electoral, pero los vientos han cambiado para él. Cuánto impactará eso en las urnas está por verse. Seguir leyendo  

Javier Milei ha convertido una elección menor, la de legisladores y concejales locales, en una batalla a todo o nada contra el peronismo kirchnerista, plétora del mal en Argentina según su lectura de la política. La cita es este domingo en Buenos Aires, la provincia más grande y más poblada del país, y también el último refugio de los herederos de Juan Perón, encarnados en Axel Kicillof, el gobernador, y Cristina Kirchner, dos veces presidenta y ahora presa en su casa por corrupción. Los sondeos dan un empate técnico, como recuerda Milei, aunque en todas las proyecciones la diferencia mínima es a favor del peronismo.

“Si conseguimos muy buenos resultados en las elecciones de provincia de Buenos Aires, podríamos estar poniéndole el último clavo al cajón al kirchnerismo”, insistió una y otra vez Milei durante la campaña, la última esta misma semana, durante una entrevista con Louis Sarkozy, hijo del expresidente francés. La apuesta por Buenos Aires es de altísimo riesgo para el libertario. Por tratarse de una elección local, el poder territorial de los intendentes de los 135 municipios provinciales pesa más que el arrastre que pueda tener una figura nacional. Casi siete de cada diez bonaerenses viven en localidades gobernadas por el peronismo.

Con todo, Milei y su partido, La Libertad Avanza (LLA), esperan celebrar el lunes. El resultado más previsible es que el peronismo gane en el total de votos —es favorito en la primera y la segunda sección, donde votan 10 millones de personas— pero La Libertad Avanza gane en entre cinco y seis de los ocho en que está dividida la provincia. De ser así, Milei podrá decir que el mapa de Buenos Aires es más violeta —el color de su partido— que azul, una foto que, espera, lo ayude a encarar con algo más de músculo la batalla de fondo: las elecciones para renovar diputados y senadores nacionales que se celebrarán en octubre.

Si no predomina el violeta, las consecuencias son aún imprevisibles, aunque siempre negativas. Y Milei tendrá mucho que ver con eso. En el cierre de campaña, el pasado jueves, el presidente advirtió que el kirchnerismo quiere hacer creer a los votantes “que en esta elección no se juega nada”. “Si no vas a votar, ellos ganan, porque por cada uno de nosotros que se queda en casa van cinco de ellos. Este domingo, andá y votá, andá y votá”, clamó elevando el tono sobre el escenario.

Para convencer a los indecisos, vaticinó todo tipo de catástrofes económicas y sociales en caso de una derrota, consecuencia de lo que llama “el riesgo kuka”, por el kirchnerismo. Condimentó el mapa de sus desvelos con presuntos planes peronistas de magnicidio y una “opereta” montada contra su hermana, envuelta desde hace dos semanas en un escándalo de corrupción en la compra de medicamentos para discapacitados. Si, finalmente, gana este domingo el kirchnerismo, el Gobierno tendrá por delante el arduo trabajo de convencer a los inversores, cada vez menos entusiasmados con el plan económico de Milei, de que el desastre no será tal y que tiene todo bajo control.

El control es, justamente, lo que parece haber perdido el Gobierno durante los últimos días. El ataque contra Karina Milei, sostén político y, sobre todo, emocional del presidente, se originó dentro de la Casa Rosada en la voz grabada sin consentimiento de un alto funcionario quejoso de los negocios sucios en su cartera. Días después, ya era la voz de Karina Milei la que sonaba grabada en todos los canales de televisión. Aunque nada de lo que se le escuchó decir suponía un delito, el hecho de que la persona más importante del Gobierno había sido espiada en su propio despacho dejó al círculo del poder presidencial perplejo y sin respuesta.

La primera reacción no pareció la mejor: “El Jefe”, como llama el presidente a su hermana, consiguió que un juez de dudosa reputación prohibiese la difusión de nuevos audios, sin saber siquiera si estos existían. Aun a la defensiva, Milei debió resistir denuncias de censura previa y uso político de la justicia, dos de los males que prometió exterminar como parte de su guerra “contra la casta”.

La economía, que en Argentina siempre va unida a la política, no ayudó demasiado a mejorar las expectativas electorales del Gobierno. El equipo económico hace lo imposible para contener una disparada del tipo de cambio que ponga en riesgo el mayor logro de Milei, el control de la inflación. El Banco Central ha debido ofrecer tasas de interés que casi triplican el IPC anual proyectado para convencer a los bancos de que no dolaricen sus tenencias en pesos. Cuando eso fue insuficiente, decidió intervenir con fondos del Tesoro en el mercado de cambios y puso fin, de facto, al sistema de flotación entre bandas que había prometido defender como parte de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

A las malas noticias económicas y las sospechas de corrupción, Milei debió sumar una revuelta opositora en el Congreso, que con votos incluso de partidos aliados aprobó leyes que el Gobierno consideró un atentado contra su política de superávit fiscal. Milei esperaba llegar en mejor forma a este domingo electoral, pero los vientos han cambiado para él. Cuánto impactará eso en las urnas está por verse.

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