Gustavo Petro ha sorprendido este martes con unas declaraciones en contra del chavismo. El presidente de Colombia ha criticado que el régimen venezolano mantenga detenido a Enrique Márquez, un opositor que se negó a aceptar la supuesta victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de 2026. Este corresponsal habló poco antes de su detención con Márquez, un antichavista moderado y conciliador, quien dijo que no iba a mentir y decir lo contrario solo por miedo. Entre la espada y la pared, eligió la espada.
Petro ha seguido el caso de Márquez, al que conoce bien. “No se podrá defender Venezuela de la injusticia si la injusticia se ejerce desde el poder”, ha dicho en redes sociales, citando un mensaje desgarrador de la esposa del venezolano, Sonia Lugo, a cuenta del tiempo que lleva encarcelado. “Ocho meses detenido lleva Enrique Márquez y con él decenas de colombianos en cárceles venezolanas”, ha explicado Petro.
A continuación, eso sí, ha rechazado que una virtual invasión de Estados Unidos, que mantiene una flota de guerra en aguas internacionales, en el límite con territorio venezolano, sea la solución. “La hora de la defensa de Venezuela, que implica la unión de su pueblo ha llegado. Un pueblo dividido es fácil de invadir. Hora del diálogo, la reconciliación y la unión en Venezuela”, ha propuesto. Petro, junto al mexicano Andrés Manuel López Obrador y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, propuso en agosto, poco después de que chavismo se negase a enseñar las actas que demostraban su victoria, sentar a Nicolás Maduro, el presidente venezolano, y el que, a todas luces, ganó las presidenciales, Edmundo González.
En el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial venezolano, sopesaron en un momento esta propuesta, pero pronto entendieron que se trataba de una treta para sacarlos del poder. Ese acuerdo que proponían los presidentes latinoamericanos de izquierdas, revelado por EL PAÍS, pasaba por llevar a cabo una transición democrática, una salida del poder de Maduro y los suyos sin consecuencias judiciales después.
Maduro, literalmente, dejó de contestar el teléfono. También Jorge Rodríguez, su mano derecha. Aquello quedó en nada. Colombia nunca ha reconocido la victoria de Maduro, pero Petro ha escrito mensajes de apoyo al chavismo que han descolocado a sus aliados y ha dado gasolina a sus críticos, que ven en él a un “peligroso castro-chavista”. Llegó a decir que esas presidenciales no fueron “libres” porque sobre Venezuela pesaban sanciones internacionales, uno de los argumentos que ha usado Maduro para, de forma indirecta, justificar seguir en el cargo a pesar de haber sido derrotado.
Petro nunca ha querido romper relaciones con Venezuela, como hiciera su antecesor en el cargo, Iván Duque, lo que creó graves problemas fronterizos y complicó la vida de miles de personas con doble nacionalidad o familias a un lado y otro. Por eso, a pesar de todas las eventualidades, la ruptura de relaciones nunca ha estado encima de la mesa. Hace dos meses, los Gobiernos acordaron crear “una zona binacional”, una zona económica especial que fomentara la economía. Maduro llegó a dar a entender que esto involucraba cooperación militar, Colombia después dijo que no y se zanjó el asunto. Hay posibilidades de que esta cooperación quede en nada, como otros proyectos puestos en marcha.
Petro se ha mostrado muy en contra del ataque estadounidense. Donald Trump asegura que ese contingente militar tiene como tarea perseguir a golpe de misil a los cárteles de la droga, como ocurrió la semana pasada, pero la presión sobre Venezuela es evidente. Marco Rubio, el secretario de Estado, argumenta que Maduro es un narcopresidente que lidera El Cartel de los Soles, una organización criminal que nació en el seno de las fuerzas armadas bolivarianas. (No existen pruebas, por ahora, que Maduro tenga nada que ver ella).
El presidente de Colombia critica al Gobierno por mantener detenido a Enrique Márquez, un destacado opositor venezolano
Gustavo Petro ha sorprendido este martes con unas declaraciones en contra del chavismo. El presidente de Colombia ha criticado que el régimen venezolano mantenga detenido a Enrique Márquez, un opositor que se negó a aceptar la supuesta victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de 2026. Este corresponsal habló poco antes de su detención con Márquez, un antichavista moderado y conciliador, quien dijo que no iba a mentir y decir lo contrario solo por miedo. Entre la espada y la pared, eligió la espada.
Petro ha seguido el caso de Márquez, al que conoce bien. “No se podrá defender Venezuela de la injusticia si la injusticia se ejerce desde el poder”, ha dicho en redes sociales, citando un mensaje desgarrador de la esposa del venezolano, Sonia Lugo, a cuenta del tiempo que lleva encarcelado. “Ocho meses detenido lleva Enrique Márquez y con él decenas de colombianos en cárceles venezolanas”, ha explicado Petro.
A continuación, eso sí, ha rechazado que una virtual invasión de Estados Unidos, que mantiene una flota de guerra en aguas internacionales, en el límite con territorio venezolano, sea la solución. “La hora de la defensa de Venezuela, que implica la unión de su pueblo ha llegado. Un pueblo dividido es fácil de invadir. Hora del diálogo, la reconciliación y la unión en Venezuela”, ha propuesto. Petro, junto al mexicano Andrés Manuel López Obrador y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, propuso en agosto, poco después de que chavismo se negase a enseñar las actas que demostraban su victoria, sentar a Nicolás Maduro, el presidente venezolano, y el que, a todas luces, ganó las presidenciales, Edmundo González.
En el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial venezolano, sopesaron en un momento esta propuesta, pero pronto entendieron que se trataba de una treta para sacarlos del poder. Ese acuerdo que proponían los presidentes latinoamericanos de izquierdas, revelado por EL PAÍS, pasaba por llevar a cabo una transición democrática, una salida del poder de Maduro y los suyos sin consecuencias judiciales después.
Maduro, literalmente, dejó de contestar el teléfono. También Jorge Rodríguez, su mano derecha. Aquello quedó en nada. Colombia nunca ha reconocido la victoria de Maduro, pero Petro empezó a escribir mensajes de apoyo al chavismo que han descolocado a sus aliados y ha dado gasolina a sus críticos, que ven en él a un “peligroso castro-chavista”. Llegó a decir que esas presidenciales no fueron “libres” porque sobre Venezuela pesaban sanciones internacionales, uno de los argumentos que ha usado Maduro para, de forma indirecta, para justificar que siga en el cargo a pesar de haber sido derrotado.
Petro nunca ha querido romper relaciones con Venezuela, como hiciera su antecesor en el cargo, Iván Duque, lo que creó graves problemas fronterizos y complicó la vida de miles de personas con doble nacionalidad o familias de un lado y otro. Por eso, a pesar de todas las eventualidades, la ruptura de relaciones nunca ha estado encima de la mesa. Hace dos meses, los Gobiernos acordaron crear “una zona binacional”, una zona económica especial que fomentara la economía. Maduro llegó a dar a entender que esto involucraba cooperación militar, Colombia después dijo que no y se zanjó el asunto. Hay posibilidades de que esta cooperación quede en nada, como otros proyectos puestos en marcha.
Petro se ha mostrado muy en contra del ataque estadounidense. Donald Trump asegura que ese contingente militar tiene como tarea perseguir a golpe de misil a los cárteles de la droga, como ocurrió la semana pasada, pero la presión sobre Venezuela es evidente. Marco Rubio, el secretario de Estado, argumenta que Maduro es un narcopresidente que lidera El Cartel de los Soles, una organización criminal que nació en el seno de las fuerzas armadas bolivarianas. (No existen pruebas, por ahora, que Maduro tenga nada que ver ella).
EL PAÍS