Ya de noche, bajo una espectacular luna casi llena que luce espléndida en el cielo sobre Brasilia, se han reunido para celebrar una vigilia. El lugar no podía ser más desangelado. Un solar a pie de una carretera por la que circulan a toda velocidad los coches que salen de la capital de Brasil hacia el extrarradio. El grupo —unas 70 personas— está aquí porque comienza una de las semanas más cruciales en la vida de Jair Messias Bolsonaro, de 70 años. El Tribunal Supremo dictará sentencia por el intento de golpe de Estado del que se le acusa junto a siete colaboradores. La desconfianza de los presentes en la justicia terrenal es absoluta. Confían en la justicia divina, en un milagro. “Nuestra única arma es la oración, un arma muy poderosa”, dice María Eunice, una bióloga jubilada de 64 años.
La vigilia se celebra aquí porque el ultraderechista está cerca. La urbanización donde vive queda al otro lado de la rotonda. El expresidente está en arresto domiciliario desde hace un mes en el chalé donde vive con su familia. A modo de aviso para los conductores, los bolsonaristas han colocado una pancarta verde fosforito: “Bolsonaro, vuelve. Toca la bocina”. Unos pocos tocan el claxon, la mayoría acelera camino a casa tras una larga jornada.
Los reunidos forman un semicírculo junto a un autobús desde cuyo techo un hombre predica a todo volumen. En medio, una silueta de tamaño natural de Bolsonaro para que quien quiera se haga una foto, y en el suelo, una bandera brasileña. A un lado, alguien ora de rodillas con una bandera de Israel a la espalda. Algunas mujeres alzan las manos al cielo, como en los cultos evangélicos. Algunos se han traído la Biblia. A la moda bolsonarista, muchos llevan banderas de Brasil a modo de capa, o camisetas de la selección. A dos pasos, una recatada mujer canosa anuncia a un equipo de periodistas de televisión que si los jueces condenan al expresidente “habrá una revolución”.
María Eunice muestra en su móvil la estampa que se hizo con el Bolsonaro de cartón. “Estoy convencida de que va a ser absuelto. Si lo condenan va a ser una vergüenza internacional espectacular porque no hay una sola prueba”, dice, haciéndose eco de la principal tesis de la defensa del expresidente.
La señora Ángela María, de 78 años, profesora jubilada, cuenta, envuelta en una bandera de EEUU, que ha venido todos días desde que arrancó la recta final de juicio, la semana pasada. “Venimos a darle [a Bolsonaro] fuerza espiritual para que soporte estas plagas”. Insiste en que los que mandan en Brasil “lo quieren fuera de juego a cualquier precio porque saben que si está [en la papeleta] gana”.
Mientras unos bolsonaristas batallan por su líder con plegarias, sus aliados políticos calientan el ambiente con llamamientos y maniobras para que el Congreso apruebe una amnistía.
Para los seguidores del expresidente este lunes ha sido día de resaca tras las manifestaciones en las que este domingo congregaron a unas 85.000 personas en la playa de Copacabana, de Río de Janeiro, y en la principal avenida de São Paulo. Lo más chocante, junto al clamor a favor de una amnistía generalizada para todos los condenados por golpismo, una gigantesca bandera estadounidense desplegada por los manifestantes reunidos en el día de la Independencia de Brasil. Un agradecimiento a un presidente extranjero que acaba de castigar al país con unos aranceles del 50% para reventar el juicio.
La intervención, el domingo, del favorito para tomar el relevo de Bolsonaro al frente de la derecha brasileña, el gobernador de São Paulo, Tarcisio de Freitas, fue uno de los temas del día. Con fama de moderado, en comparación con su mentor político, de Freitas dedicó buena parte de sus palabras a atacar al Tribunal Supremo. Acusó al juez Alexandre de Moraes de ser un dictador y un tirano.
Este martes, cuando el Supremo retome la fase definitiva del juicio, Moraes será el primero de los cinco jueces que anuncie si considera a Bolsonaro y a sus supuestos cómplices inocentes o culpables.
Un grupo de bolsonaristas reza por el presidente cerca de su casa, en Brasilia, en la cuenta atrás para que el Tribunal Supremo dicte sentencia en el caso por golpismo
Un grupo de bolsonaristas reza por el presidente cerca de su casa, en Brasilia, en la cuenta atrás para que el Tribunal Supremo dicte sentencia en el caso por golpismo


Ya de noche, bajo una espectacular luna casi llena que luce espléndida en el cielo sobre Brasilia, se han reunido para celebrar una vigilia. El lugar no podía ser más desangelado. Un solar a pie de una carretera por la que circulan a toda velocidad los coches que salen de la capital de Brasil hacia el extrarradio. El grupo —unas 70 personas— está aquí porque comienza una de las semanas más cruciales en la vida de Jair Messias Bolsonaro, de 70 años. El Tribunal Supremo dictará sentencia por el intento de golpe de Estado del que se le acusa junto a siete colaboradores. La desconfianza de los presentes en la justicia terrenal es absoluta. Confían en la justicia divina, en un milagro. “Nuestra única arma es la oración, un arma muy poderosa”, dice María Eunice, una bióloga jubilada de 64 años.
La vigilia se celebra aquí porque el ultraderechista está cerca. La urbanización donde vive queda al otro lado de la rotonda. El expresidente está en arresto domiciliario desde hace un mes en el chalé donde vive con su familia. A modo de aviso para los conductores, los bolsonaristas han colocado una pancarta verde fosforito: “Bolsonaro, vuelve. Toca la bocina”. Unos pocos tocan el claxon, la mayoría acelera camino a casa tras una larga jornada.
Los reunidos forman un semicírculo junto a un autobús desde cuyo techo un hombre predica a todo volumen. En medio, una silueta de tamaño natural de Bolsonaro para que quien quiera se haga una foto, y en el suelo, una bandera brasileña. A un lado, alguien ora de rodillas con una bandera de Israel a la espalda. Algunas mujeres alzan las manos al cielo, como en los cultos evangélicos. Algunos se han traído la Biblia. A la moda bolsonarista, muchos llevan banderas de Brasil a modo de capa, o camisetas de la selección. A dos pasos, una recatada mujer canosa anuncia a un equipo de periodistas de televisión que si los jueces condenan al expresidente “habrá una revolución”.
María Eunice muestra en su móvil la estampa que se hizo con el Bolsonaro de cartón. “Estoy convencida de que va a ser absuelto. Si lo condenan va a ser una vergüenza internacional espectacular porque no hay una sola prueba”, dice, haciéndose eco de la principal tesis de la defensa del expresidente.
La señora Ángela María, de 78 años, profesora jubilada, cuenta, envuelta en una bandera de EEUU, que ha venido todos días desde que arrancó la recta final de juicio, la semana pasada. “Venimos a darle [a Bolsonaro] fuerza espiritual para que soporte estas plagas”. Insiste en que los que mandan en Brasil “lo quieren fuera de juego a cualquier precio porque saben que si está [en la papeleta] gana”.
Mientras unos bolsonaristas batallan por su líder con plegarias, sus aliados políticos calientan el ambiente con llamamientos y maniobras para que el Congreso apruebe una amnistía.

Para los seguidores del expresidente este lunes ha sido día de resaca tras las manifestaciones en las que este domingo congregaron a unas 85.000 personas en la playa de Copacabana, de Río de Janeiro, y en la principal avenida de São Paulo. Lo más chocante, junto al clamor a favor de una amnistía generalizada para todos los condenados por golpismo, una gigantesca bandera estadounidense desplegada por los manifestantes reunidos en el día de la Independencia de Brasil. Un agradecimiento a un presidente extranjero que acaba de castigar al país con unos aranceles del 50% para reventar el juicio.
La intervención, el domingo, del favorito para tomar el relevo de Bolsonaro al frente de la derecha brasileña, el gobernador de São Paulo, Tarcisio de Freitas, fue uno de los temas del día. Con fama de moderado, en comparación con su mentor político, de Freitas dedicó buena parte de sus palabras a atacar al Tribunal Supremo. Acusó al juez Alexandre de Moraes de ser un dictador y un tirano.
Este martes, cuando el Supremo retome la fase definitiva del juicio, Moraes será el primero de los cinco jueces que anuncie si considera a Bolsonaro y a sus supuestos cómplices inocentes o culpables.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Añadir usuarioContinuar leyendo aquí
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Flecha
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos
Más información
Archivado En
EL PAÍS