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  Política  De la crisis fiscal líbranos Señor(a)
Política

De la crisis fiscal líbranos Señor(a)

31 de agosto de 2025
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¿Cómo se armó la actual crisis fiscal? Habría podido empezar con el llamado acuerdo de paz con las FARC, dadas las inmensas erogaciones que allí se incluyeron. Pero empezó realmente en el gobierno de Duque, con los enormes gastos de la emergencia del covid. La deuda pública se disparó a niveles nunca vistos en la historia de Colombia. Los solos intereses que pagaremos por la deuda llegan hoy a la estrambótica cifra de 70 billones de pesos al año. Casi tres tributarias de las que quiere Petro.

Puesto a gastar, la generosidad de Duque no tuvo límite. En particular, le regaló la mitad de la gasolina para los carros y el ACPM para las camionetas de alta gama y los camiones. No es evidente la relación entre el covid y los vehículos. Los Gobiernos de Duque y Petro se han gastado la absurda cifra de 90 billones de pesos en la gente que tiene un timón en las manos. Casi cuatro tributarias de las que quiere Petro.

Ni los médicos y enfermeras, ni las víctimas mortales del covid, ni el sistema de salud, que Petro quiere hundir, recibieron tantos auxilios como ese grupo de presión. ¿Por qué tener camión vale más que sanar a los colombianos? Desafía el sentido común.

Los dueños de camiones y camionetas de alta gama se volvieron lobistas y matoneadores. No recuerdo en la historia económica o política del país a un grupo de presión que haya logrado que pasen a sus bolsillos decenas de billones de pesos por año. Es un pésimo precedente. Quien pueda bloquear las carreteras, domina al país. Presidentes de derecha e izquierda se rinden a sus pies.

Saliendo del COVID, ante la oleada de gasto público y aumento en deuda que se había desatado, el ministro Alberto Carrasquilla trató de enderezar las cosas. Propuso una tributaria que ponía el costo a la clase media y bajaba los impuestos a las empresas. Era más de lo que una sociedad dolida por la pandemia podía soportar. Eso le costó el cargo a Carrasquilla, tristemente, pues era muy buen ministro, y creó un precedente complicadísimo para nuevas reformas tributarias. Ministro que quiera ampliar la base tributaria se juega el pellejo.

Al llegar, el Gobierno de Petro adoptó frente a los gastos la actitud de despilfarrar a manos llenas, para crear, presumo, un ejército de seguidores e influenciadores que posicione a su versión de progresismo de cara al 2026. La oleada de gasto del COVID se mantuvo, pero sin COVID. Es irónico que paguemos con impuestos y deuda la continuidad del proyecto petrista.

Frente a los ingresos fiscales, el actual Gobierno tuvo una seguidilla de estrategias fallidas: 1) en 2022, una equivocada y fallida reforma tributaria de José Antonio Ocampo, que se cayó, en parte, en las cortes.

2) En 2023, el ministro Ocampo y su pomposo director de la DIAN, Luis Carlos Reyes, adelantaron los pagos de impuestos de 2024, vía mayores retenciones de renta, para inflar sus números de recaudo a costa de heredar una situación crítica a Ricardo Bonilla. Pan para hoy, hambre para mañana.

3) En 2024, el ministro Bonilla justificó mantener el ritmo de gasto que pedía su jefe a la espera de supuestos litigios por ganar, que nunca se materializaron; una mayor eficiencia de la DIAN, que no apareció; y una ley de financiamiento que no se aprobó.

Perdidas las mayorías en el Congreso, al Gobierno solo le quedaba bajar los gastos o aumentar la deuda. Optó por lo segundo. Los prestamistas se dieron cuenta de que la situación era progresivamente insostenible, por lo cual aumentaron las tasas de interés y acortaron los plazos. Eso empeoró aún más el déficit. El ministro Diego Guevara dijo que eran problemas de una sola vez, e incumplió la Regla Fiscal, cuando él mismo sabía que eran estructurales. Todo mal.

4) En 2025 el ministro Germán Ávila repitió lo malo de Ocampo (subir las retenciones y desfinanciar al siguiente año), lo malo de Bonilla (presentar una tributaria que no se va a aprobar), y lo malo de Guevara, renegar de la Regla Fiscal. Como sus predecesores, gasta los recursos antes de saber si los tiene. Gastar la plata antes de recibirla es el gran pecado fiscal del Gobierno de Petro.

Desde 2026, si llega alguien serio a la Presidencia y a Hacienda, nos espera un ajuste fiscal que tomará cuatro años. Si consideramos la última vez que Colombia enfrentó un deterioro fiscal de esta magnitud, en 1998, cuando Samper era presidente y Ocampo ministro, el ajuste tomó todo el siguiente gobierno.

La clave para 2026-2030 será una combinación de:

a) Crecimiento económico, que aumente el denominador de todos los indicadores de desempeño, como porcentaje del PIB (a esto se puede atribuir un 40% del ajuste en cuatro años).

b) Reformas económicas sectoriales que aumentan los ingresos o reduzcan los gastos, sumadas ojalá a algo de suerte, como un mayor precio del petróleo y el carbón, y la exportación de otros minerales promisorios como el cobre (otro 20% del ajuste en cuatro años).

c) Congelación de los gastos “congelables”, para no agotar el margen de maniobra fiscal, y eliminación del subsidio al ACPM (otro 20% del ajuste en cuatro años).

d) Reforma tributaria de 0,5% del PIB, aproximadamente (20% del ajuste). Fedesarrollo propone una reforma tributaria de 0,9% del PIB, acompañada de recortes de gasto de 1% del PIB. Recuérdese que la tasa de tributación de renta de las empresas es 35%, muy por encima de la mediana internacional de 25%. Los impuestos nos vuelven no competitivos, lo cual mata impuestos futuros. Eso lo entendieron hasta los socialistas suecos.

Estas son aproximaciones “a ojo de buen cubero”, basadas en lo que implicó bajar un déficit de 7.7% del PIB, post-1998. Petro y sus cuatro ministros de Hacienda heredarán por lo menos eso a su sucesor(a). De la crisis fiscal, sálvanos Señor(a).

Para 2030, el objetivo será reducir el déficit fiscal del Gobierno Nacional a algo entre 3 y 4% del PIB. Llegar al 2 y pico % me parece irreal. Esto exigirá un esfuerzo consistente del equipo económico y un compromiso personal muy serio por parte del presidente(a) a lo largo de los cuatro años.

Fue lo que sucedió con el presidente Andrés Pastrana. Eso ayudará a convencer al Congreso, a las regiones y a los dueños de camiones y demás lobistas de gasto, de los cuales hay legión, de hacer un esfuerzo conjunto para salvar la situación fiscal.

La reacción de los mercados financieros nacionales e internacionales, frente a un paquete de reformas y de funcionarios creíbles, deberá reducir gradualmente los intereses de la deuda pública, alargar su duración y mitigar el proceso de ajuste.

Las agencias de calificación de deuda tardarán una década en devolver a Colombia al Grado de Inversión; como tardaron 11 años, entre el gobierno de Pastrana y el inicio del gobierno de Santos 1.

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Ni los médicos y enfermeras, ni las víctimas mortales del covid, ni el sistema de salud, que Petro quiere hundir, recibieron tantos auxilios como ese grupo de presión. ¿Por qué tener camión vale más que sanar a los colombianos? Desafía el sentido común.Los dueños de camiones y camionetas de alta gama se volvieron lobistas y matoneadores. No recuerdo en la historia económica o política del país a un grupo de presión que haya logrado que pasen a sus bolsillos decenas de billones de pesos por año. Es un pésimo precedente. Quien pueda bloquear las carreteras, domina al país. Presidentes de derecha e izquierda se rinden a sus pies.Saliendo del COVID, ante la oleada de gasto público y aumento en deuda que se había desatado, el ministro Alberto Carrasquilla trató de enderezar las cosas. Propuso una tributaria que ponía el costo a la clase media y bajaba los impuestos a las empresas. Era más de lo que una sociedad dolida por la pandemia podía soportar. Eso le costó el cargo a Carrasquilla, tristemente, pues era muy buen ministro, y creó un precedente complicadísimo para nuevas reformas tributarias. Ministro que quiera ampliar la base tributaria se juega el pellejo.Al llegar, el Gobierno de Petro adoptó frente a los gastos la actitud de despilfarrar a manos llenas, para crear, presumo, un ejército de seguidores e influenciadores que posicione a su versión de progresismo de cara al 2026. La oleada de gasto del COVID se mantuvo, pero sin COVID. Es irónico que paguemos con impuestos y deuda la continuidad del proyecto petrista. Frente a los ingresos fiscales, el actual Gobierno tuvo una seguidilla de estrategias fallidas: 1) en 2022, una equivocada y fallida reforma tributaria de José Antonio Ocampo, que se cayó, en parte, en las cortes. 2) En 2023, el ministro Ocampo y su pomposo director de la DIAN, Luis Carlos Reyes, adelantaron los pagos de impuestos de 2024, vía mayores retenciones de renta, para inflar sus números de recaudo a costa de heredar una situación crítica a Ricardo Bonilla. Pan para hoy, hambre para mañana.3) En 2024, el ministro Bonilla justificó mantener el ritmo de gasto que pedía su jefe a la espera de supuestos litigios por ganar, que nunca se materializaron; una mayor eficiencia de la DIAN, que no apareció; y una ley de financiamiento que no se aprobó. Perdidas las mayorías en el Congreso, al Gobierno solo le quedaba bajar los gastos o aumentar la deuda. Optó por lo segundo. Los prestamistas se dieron cuenta de que la situación era progresivamente insostenible, por lo cual aumentaron las tasas de interés y acortaron los plazos. Eso empeoró aún más el déficit. El ministro Diego Guevara dijo que eran problemas de una sola vez, e incumplió la Regla Fiscal, cuando él mismo sabía que eran estructurales. Todo mal. 4) En 2025 el ministro Germán Ávila repitió lo malo de Ocampo (subir las retenciones y desfinanciar al siguiente año), lo malo de Bonilla (presentar una tributaria que no se va a aprobar), y lo malo de Guevara, renegar de la Regla Fiscal. Como sus predecesores, gasta los recursos antes de saber si los tiene. Gastar la plata antes de recibirla es el gran pecado fiscal del Gobierno de Petro. Desde 2026, si llega alguien serio a la Presidencia y a Hacienda, nos espera un ajuste fiscal que tomará cuatro años. Si consideramos la última vez que Colombia enfrentó un deterioro fiscal de esta magnitud, en 1998, cuando Samper era presidente y Ocampo ministro, el ajuste tomó todo el siguiente gobierno. La clave para 2026-2030 será una combinación de:a) Crecimiento económico, que aumente el denominador de todos los indicadores de desempeño, como porcentaje del PIB (a esto se puede atribuir un 40% del ajuste en cuatro años).b) Reformas económicas sectoriales que aumentan los ingresos o reduzcan los gastos, sumadas ojalá a algo de suerte, como un mayor precio del petróleo y el carbón, y la exportación de otros minerales promisorios como el cobre (otro 20% del ajuste en cuatro años).c) Congelación de los gastos “congelables”, para no agotar el margen de maniobra fiscal, y eliminación del subsidio al ACPM (otro 20% del ajuste en cuatro años). d) Reforma tributaria de 0,5% del PIB, aproximadamente (20% del ajuste). 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Eso ayudará a convencer al Congreso, a las regiones y a los dueños de camiones y demás lobistas de gasto, de los cuales hay legión, de hacer un esfuerzo conjunto para salvar la situación fiscal. La reacción de los mercados financieros nacionales e internacionales, frente a un paquete de reformas y de funcionarios creíbles, deberá reducir gradualmente los intereses de la deuda pública, alargar su duración y mitigar el proceso de ajuste. Las agencias de calificación de deuda tardarán una década en devolver a Colombia al Grado de Inversión; como tardaron 11 años, entre el gobierno de Pastrana y el inicio del gobierno de Santos 1. Cuando se pierde la confianza de los mercados de crédito, toma más que anuncios de candidatos y triunfos electorales recuperarla. Hay que demostrar, por diez años al menos, que Colombia volvió a ser seria. Seguir leyendo  

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Puesto a gastar, la generosidad de Duque no tuvo límite. En particular, le regaló la mitad de la gasolina para los carros y el ACPM para las camionetas de alta gama y los camiones. No es evidente la relación entre el covid y los vehículos. Los Gobiernos de Duque y Petro se han gastado la absurda cifra de 90 billones de pesos en la gente que tiene un timón en las manos. Casi cuatro tributarias de las que quiere Petro.

Ni los médicos y enfermeras, ni las víctimas mortales del covid, ni el sistema de salud, que Petro quiere hundir, recibieron tantos auxilios como ese grupo de presión. ¿Por qué tener camión vale más que sanar a los colombianos? Desafía el sentido común.

Los dueños de camiones y camionetas de alta gama se volvieron lobistas y matoneadores. No recuerdo en la historia económica o política del país a un grupo de presión que haya logrado que pasen a sus bolsillos decenas de billones de pesos por año. Es un pésimo precedente. Quien pueda bloquear las carreteras, domina al país. Presidentes de derecha e izquierda se rinden a sus pies.

Saliendo del COVID, ante la oleada de gasto público y aumento en deuda que se había desatado, el ministro Alberto Carrasquilla trató de enderezar las cosas. Propuso una tributaria que ponía el costo a la clase media y bajaba los impuestos a las empresas. Era más de lo que una sociedad dolida por la pandemia podía soportar. Eso le costó el cargo a Carrasquilla, tristemente, pues era muy buen ministro, y creó un precedente complicadísimo para nuevas reformas tributarias. Ministro que quiera ampliar la base tributaria se juega el pellejo.

Al llegar, el Gobierno de Petro adoptó frente a los gastos la actitud de despilfarrar a manos llenas, para crear, presumo, un ejército de seguidores e influenciadores que posicione a su versión de progresismo de cara al 2026. La oleada de gasto del COVID se mantuvo, pero sin COVID. Es irónico que paguemos con impuestos y deuda la continuidad del proyecto petrista.

Frente a los ingresos fiscales, el actual Gobierno tuvo una seguidilla de estrategias fallidas: 1) en 2022, una equivocada y fallida reforma tributaria de José Antonio Ocampo, que se cayó, en parte, en las cortes.

2) En 2023, el ministro Ocampo y su pomposo director de la DIAN, Luis Carlos Reyes, adelantaron los pagos de impuestos de 2024, vía mayores retenciones de renta, para inflar sus números de recaudo a costa de heredar una situación crítica a Ricardo Bonilla. Pan para hoy, hambre para mañana.

3) En 2024, el ministro Bonilla justificó mantener el ritmo de gasto que pedía su jefe a la espera de supuestos litigios por ganar, que nunca se materializaron; una mayor eficiencia de la DIAN, que no apareció; y una ley de financiamiento que no se aprobó.

Perdidas las mayorías en el Congreso, al Gobierno solo le quedaba bajar los gastos o aumentar la deuda. Optó por lo segundo. Los prestamistas se dieron cuenta de que la situación era progresivamente insostenible, por lo cual aumentaron las tasas de interés y acortaron los plazos. Eso empeoró aún más el déficit. El ministro Diego Guevara dijo que eran problemas de una sola vez, e incumplió la Regla Fiscal, cuando él mismo sabía que eran estructurales. Todo mal.

4) En 2025 el ministro Germán Ávila repitió lo malo de Ocampo (subir las retenciones y desfinanciar al siguiente año), lo malo de Bonilla (presentar una tributaria que no se va a aprobar), y lo malo de Guevara, renegar de la Regla Fiscal. Como sus predecesores, gasta los recursos antes de saber si los tiene. Gastar la plata antes de recibirla es el gran pecado fiscal del Gobierno de Petro.

Desde 2026, si llega alguien serio a la Presidencia y a Hacienda, nos espera un ajuste fiscal que tomará cuatro años. Si consideramos la última vez que Colombia enfrentó un deterioro fiscal de esta magnitud, en 1998, cuando Samper era presidente y Ocampo ministro, el ajuste tomó todo el siguiente gobierno.

La clave para 2026-2030 será una combinación de:

a) Crecimiento económico, que aumente el denominador de todos los indicadores de desempeño, como porcentaje del PIB (a esto se puede atribuir un 40% del ajuste en cuatro años).

b) Reformas económicas sectoriales que aumentan los ingresos o reduzcan los gastos, sumadas ojalá a algo de suerte, como un mayor precio del petróleo y el carbón, y la exportación de otros minerales promisorios como el cobre (otro 20% del ajuste en cuatro años).

c) Congelación de los gastos “congelables”, para no agotar el margen de maniobra fiscal, y eliminación del subsidio al ACPM (otro 20% del ajuste en cuatro años).

d) Reforma tributaria de 0,5% del PIB, aproximadamente (20% del ajuste). Fedesarrollo propone una reforma tributaria de 0,9% del PIB, acompañada de recortes de gasto de 1% del PIB. Recuérdese que la tasa de tributación de renta de las empresas es 35%, muy por encima de la mediana internacional de 25%. Los impuestos nos vuelven no competitivos, lo cual mata impuestos futuros. Eso lo entendieron hasta los socialistas suecos.

Estas son aproximaciones “a ojo de buen cubero”, basadas en lo que implicó bajar un déficit de 7.7% del PIB, post-1998. Petro y sus cuatro ministros de Hacienda heredarán por lo menos eso a su sucesor(a). De la crisis fiscal, sálvanos Señor(a).

Para 2030, el objetivo será reducir el déficit fiscal del Gobierno Nacional a algo entre 3 y 4% del PIB. Llegar al 2 y pico % me parece irreal. Esto exigirá un esfuerzo consistente del equipo económico y un compromiso personal muy serio por parte del presidente(a) a lo largo de los cuatro años.

Fue lo que sucedió con el presidente Andrés Pastrana. Eso ayudará a convencer al Congreso, a las regiones y a los dueños de camiones y demás lobistas de gasto, de los cuales hay legión, de hacer un esfuerzo conjunto para salvar la situación fiscal.

La reacción de los mercados financieros nacionales e internacionales, frente a un paquete de reformas y de funcionarios creíbles, deberá reducir gradualmente los intereses de la deuda pública, alargar su duración y mitigar el proceso de ajuste.

Las agencias de calificación de deuda tardarán una década en devolver a Colombia al Grado de Inversión; como tardaron 11 años, entre el gobierno de Pastrana y el inicio del gobierno de Santos 1.

Cuando se pierde la confianza de los mercados de crédito, toma más que anuncios de candidatos y triunfos electorales recuperarla. Hay que demostrar, por diez años al menos, que Colombia volvió a ser seria.

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